FICHA ARTÍSTICA
Texto e interpretación: Julio Provencio
Dirección: Julio Provencio y Josete Corral
Iluminación: Sergio Torres
Audiovisuales: David Martínez
Espacio sonoro: Manu Solís
Escenografía y vestuario: Yeray González Ropero
Regiduría técnica: Rocio Sánchez Prado
Ayudante de dirección y movimiento: Neus Cortès
Asistentes de dramaturgia: Sarah Leo y Margaux Marielle-Trehoüart
Voces en off: Obdile Bouchut, Lorenzo Pappagallo, Jorge Mayor y Beatriz Grimaldos
Fotografía: Alicia González
Comunicación y prensa: Manuel Benito
Producción: Becuadro Teatro
Proyecto apoyado por las Ayudas a la Creación del Ayuntamiento de Madrid y la Comunidad de Madrid y en colaboración con exlímite
Vuelta a casa a Madrid desde París, trayecto aéreo CDG-MAD (debería haber sido BXL-MAD, pero ayer reventó el aeropuerto de Bruselas). El pasajero del asiento 7D observa a su alrededor: viajeros solitarios, silenciados quizá por la onda expansiva de las bombas. En el móvil, Google, Facebook y Spotify dejan de funcionar en ‘modo avión’. El despegue es inminente, pero algo va mal, algo no acaba de encajar. Las miradas se vuelven más desconfiadas que de costumbre, la necesidad de hablar brota más urgente que nunca. Y la amenaza de que se repita la masacre va convirtiendo un sencillo regreso en un camino desconocido donde todos tenemos algo que decir.
Solo algunos acontecimientos extraordinarios consiguen paralizar la sociedad en su conjunto y situarnos a todos en una emoción común. En los últimos años, antes de que la reciente pandemia apareciera como el ejemplo perfecto, han sido los atentados terroristas sufridos en nuestras ciudades los que han venido generando ese consenso en que todos frenamos por un par de días para hacernos cargo del dolor colectivo. Cuando se producen, desencadenan siempre de una situación paradójica: por un lado, no podemos evitar el pánico, el trauma ante el sinsentido de la violencia, la consternación ante la cercanía de los espacios donde se ha producido la masacre. Por otro, representan los únicos momentos en que todos parecemos ponernos de acuerdo, levantar la vista hacia el mismo punto y compartir un tipo de reacción ante lo sucedido.
Esto último -suena mal decirlo- genera cierto atractivo, una fascinación inconfesable: tras la masacre, durante unas horas, se diría que todo es posible. “De una contradicción, se puede seguir cualquier cosa”, que dicen en Lógica. Todo es posible porque todos hemos presionado el botón de ‘pausa’ en nuestras vidas, y al mirar hacia el mismo lugar (compartiendo también un discurso forzado y hegemónico), resulta más fácil que nunca analizarnos, ver dónde están nuestras fallas y generar un impulso que revierta el statu quo reinante. ...and breathe normally (… y respiren con normalidad) se sitúa exactamente en ese punto, en el momento en que se hace urgente descubrir quiénes somos antes de que la pausa colectiva acabe y volvamos al complejo maremágnum que compone el modo de vida occidental en la actualidad. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Quiénes son los asesinos? ¿Quiénes son las víctimas? ¿Quiénes los supervivientes? ¿Qué nos toca hacer en este momento, antes de que se evapore el miedo y volvamos a la rutina olvidadiza?